El lazo que una el queso con la isla de Menorca es fuerta y antiguo. Según diferentes fuentes históricas, la presencia del queso en la isla se remonta a los primeros asentamientos humanos, a finales del neolítico. Parece ser que los primeros ganaderos menorquines ya se dedicaron a la elaboración de queso, antes incluso de la aparición de la escritura; restos cerámicos encontrados en diversas excavaciones sostiene esta hipótesis.
En épocas posteriores, griegos y cartagineses confirman la presencia y el consumo habitual del queso en la isla. En el periodo medieval, durante la dominación musulmana, diversos textos árabes refieren la importancia de la producción de vino, carne y queso en la isla, alabando sus cualidades.
Al pasar la isla a manos de la Corona de Aragón, el crecimiento de la producción de queso y su comercio fueron reflejados en los escritos de la época. Esta progresión continuó hasta el punto de que en el siglo XVIII había cuatro barcos dedicados exclusivamente al comercio del queso de Menorca con importantes puertos del Mediterráneo occidental. Esta actividad comercial, centrada en el puerto de Mahón, provocó que el queso menorquín fuera reconocido como queso 'de Mahón' en los lugares de destino, aunque el queso no se elaborara específicamente en esta ciudad. Esta imprecisión histórica perduró hasta que, en 1998, se cambia la denominación oficial para pasar a ser queso 'Mahón-Menorca', idea que refleja mejor la procedencia del producto.
En el pasado más cercano la importancia del queso en la isla no ha disminuido en lo más mínimo. La producción se ha establecido con fuerza y se ha ido perfeccionando a partir de una sabiduría ancestral transmitida a través de decenas de generaciones de menorquines. Desde La Payesa entendemos nuestra labor como una continuación de esta antigua tradición, como una aportación contemporánea a este legado milenario, algo que nos enorgullece y nos impulsa cada día a mejorar.